El espíritu de Salinillas de Buradón
El Blog realiza con cinco habitantes de la localidad la Crónica de un pueblo tan desconocido como único y acogedor.
Julio Flor / Salinillas de Buradón
Cantando hoy a Salinillas de Buradón, uno de los pueblos más pequeños de Rioja Alavesa, quiero cantar al desarrollo rural, su fortaleza y su vulnerabilidad. Cantar con cinco de sus habitantes, Iñaki, Leire, Marije, Ana Isabel y Tarek la magia que se esconde, tantas veces, lejos del ruido mediático.
Situado en un extremo de la Comarca, a donde se llega por una carretera que muere en el pueblo, donde viven con fuertes vínculos ochenta personas que gozan del fuerte sentimiento de su propia existencia.
Volcán de Humanidad
Sentado al lado de cinco de sus habitantes en el bar del pueblo, el único bar, reabierto por fin hace unos días, toma sentido aquella frase del escritor Robespierre, líder de la Revolución francesa. “Soy del pueblo, no he sido nunca más que eso, no quiero ser más que eso”.
Tan apartado, casi orillado, Salinillas es un volcán de humanidad. Tan pequeño y tan grande, donde la buena convivencia entre diferentes es aquí santo y seña. Qué decir de su sentido del humor, sus fiestas, sus tradiciones, todo lo que hace de este pueblecito recogido tras su trozo de muralla con un arco abierto y sin puertas un abrazo permanente.
Lo dejó escrito León Felipe. “Poetas, / nunca cantemos / la vida / de un mismo pueblo, / ni la flor / de un solo huerto… / Que sean todos / los pueblos / y todos, / los huertos nuestros”.
Si todo el mundo nos tratáramos con amistad y cariño a nadie le llamaría la atención… Quizá sea ése el auténtico baluarte de Salinillas.
Aquí no hay tiendas, ni bodegas comercializadoras de vino, ni agricultores en activo, no hay farmacia… Pero este artículo no va de lo que no hay. Va del tesoro que afianza hoy por hoy su desarrollo rural: el mutuo afecto, la consideración, la buena vecindad, la convivencia sin aristas.
«Nací, vivo y aquí me quedaré»
Vayamos brevemente con las presentaciones que cada entrevistado hace de sí mismo.
Iñaki Álvarez Ircio: Nací, vivo y me quedaré en Salinillas de Buradón. Soy un gran curioso que se dedica a hacer muchas cosas, pero ninguna bien; pero, eso sí, todas con ganas y entusiasmo.
Tarek Zaid: Soy un médico palestino que vive en Salinillas de Buradón desde hace quince años. He vivido en Madrid, Extremadura, Andalucía, Bilbao, y ahora en Salinillas, donde me quedaré hasta que me muera.
Mariaje Reinosa: Soy una irunesa que terminé aquí por amor. No voy a decir que me engañaron, pero bueno. Mi corazón está dividido entre Irún y Salinillas, donde llevo ya 27 años.
Leire Pascual: Erandiotarra de pro, pero medio de Salinillas desde que nací, donde hemos pasado media vida. Aquí he vuelto para dar un cambio a mi vida. Regentaba un bar en Erandio, y ahora, desde hace dos días, me encargo del bar del pueblo.
Aún nos falta una de las invitadas a esta tertulia para hablar de lo que conocen como nadie. Estamos en el Bar del Pueblo, en una de las plazas más grandes de Rioja Alavesa, donde hemos quedado a las 9:30h. Un bar reformado y recién reinaugurado. De hecho nos sentamos entorno a dos mesas que fueron pintadas la noche anterior.
El local fue en su día una de aquellas escuelas de la República, y aquí al lado se montó el teleclub con la única televisión del pueblo en los años cincuenta del siglo pasado. En su día tuvo un cartel que decía “Centro de cabezas de familia de Salinillas”, muy de aquella época..
Ana Isabel Abecia: Soy de Gasteiz, y llevo aquí 34 años por lo menos, a lo que los demás le dicen que no, que lleva 26 años. “Mira, mira, lo saben todos mejor que yo, eh!, ya ves cómo les he marcado, jajaja”.
“Llevas viviendo 32 años conmigo”, le dice un risueño Iñaki.
“Soy sanitaria, trabajo en un hospital geriátrico de Haro”, termina Ana Isabel.
.- ¿Y por qué viniste?, le pregunta interesado Iñaki.
Él quiere que diga que por amor, pero creo que vine más pensando en la salud de mi hijo. Confluyeron varios factores.
“Finalmente”, dice Tarek Zaid, “viniste por amor”.
Así comienza un encuentro presidido por el buen humor, la sinceridad, las confesiones, los sentimientos. Palabras que contienen el ser de un pueblo. Y más. El sentido psicológico y sociológico que vibra en Salinillas.
«Me han salvado la vida»
Antes de seguir con el diálogo abierto. Quiero contar dos anécdotas
Ana Isabel subraya que Salinillas le ha dado tantos ánimos que le “ha salvado la vida”, porque ella trabaja en un geriátrico de Haro, donde “hubo muchos fallecidos por Covid durante la pandemia”. Allí metió horas como una campeona, pera al volver a Salinillas se sintió muy bien arropada por la gente.
“Aquello fue mi salvación, pues de otra manera hubiera caído en una depresión tremenda”.
De parecida manera, cuando Tarek vivió hace 15 años su primer invierno en Salinillas, al poco de llegar, cayó en Rioja Alavesa una gran nevada. Su casa, situada en el extrarradio del pueblo, quedó casi aislada tras una gran nevada, con más de 40 centímetros de nieve en los caminos.
Pues bien, fue Iñaki Álvarez Ircio quien se encargó por propia iniciativa de tocar a su puerta y llevarle el pan. Cuando sus familiares en Oriente Próximo conocieron esta anécdota, le dijeron “Tarek, quédate en Salinillas, no vuelvas a Palestina”.
.-¿Qué necesita la gente de un pueblo pequeño de 80 personas para vivir como es debido?
“Somos una cuadrilla de entre 10 y 15 personas que le damos la vida que tiene el pueblo en estas fechas de invierno, que hay poca gente por las calles -explica Iñaki-.
“Y luego, muy importante: hay unos lazos de unión entre la gente que vivimos aquí.
Tenemos nuestras cenas semanales. Tenemos la amistad que nos une. Tenemos el fundamento de todo.
Nadie se quedó solo en Navidad
.- Me llamó la atención que la pasada Navidad decidisteis que nadie se quedaría solo en su casa. En un mundo lleno de malas noticias, vuestra iniciativa fue un hermoso titular
Leire: La gente que estamos en Salinillas, en su mayoría, nos hemos criado aquí, y nos conocemos desde niños. Aquí siempre han estado las casas abiertas, y muchos de nosotros somos familia. Somos de toda la vida. Eso lleva a que en Navidades nos juntemos con la gente de las cuatro casas que viven solas.
Mariaje: Recuerdo estas cenas con las familia de Encarni, los Caño, Angelín, Isa… Échale diez personas, que en vez de estar solas, nos dábamos calorcito humano entre unos y otros. En Salinillas es algo tan habitual que no llama la atención. Si yo estoy sola me junto con éste, con el otro y con aquella.
.- Tarek, tú has vivido en diferentes ciudades. ¿Qué tiene Salinillas para haberla elegido para disfrutar la vida hasta tu último día?
Salinillas son gente de pueblo, y gente que viene de fuera, como yo. Mi vecino José Antonio es de aquí de toda la vida. Y conozco a otros que han venido de fuera, como Guillermo, o los búlgaros. La gente de aquí me ha recordado a mi tierra palestina, al pueblo de Ara, que está cerca de Nazaret, donde nací.
.- Este pueblo no tiene farmacia, ni cine, ni sucursal bancaria, ni tienda alguna… ¿Qué tiene?
Tiene humanidad -dice Tarek-. Y cada uno de ellos me encanta cómo es.
Algunos consideran que soy moro, me da igual, a mí me encanta porque hay diversidad entre los vecinos. Los hay muy tercos, y me encantan. Las discusiones por fútbol, que yo soy del Real Madrid, me encantan.
Aquí he visto la colaboración entre los jóvenes, entre los chavales, cuando llegan las fiestas. Lo bien que las organizan. Hay diferencias, porque nadie es perfecto. Pero me agrada cómo es todo.
Tarek nació en Nazaret
.- ¿Qué echas de menos de Ara, en tu Palestina natal?
La familia, mi mujer, mis hermanos y hermanas, y los amigos de allí.
.- ¿Se ha quedado allí tu esposa, trabajando?
Así es. Ella es enfermera. Aquí ha estudiado el español en la Escuela de Idiomas. En 2018 presentó los papeles para su homologación como enfermera, pero aún estamos esperando. La idea es que Fátima venga aquí a Salinillas algún día.
Como tiene el nombre de una virgen, hay en Salinillas uno a quien se le olvida el nombre de mi mujer, llamándola Montserrat.
(Tal cual lo dice Tarek, en el bar se levanta una risa general).
Marije: Es lo que dice Tarek. Cuando vine a vivir aquí nos juntábamos en las casas. Un viernes en la casa de Iñaki a tomarnos una tortilla. Otro viernes en casa de Jose, o de Vicente, o en mi casa.
Este pueblo no tiene tiendas, se podría decir que no tiene nada. No sé lo que tiene este pueblo, pero Salinillas engancha, y dan ganas de decir que lo tiene todo. Aquí ha venido gente mía de Irún y les tienes que echar para que se vayan.
“El que viene por primera vez, repite”, confirma Leire.
.- Tú haces de Guía de visitas en Salinillas, Marije.
Esto surgió a iniciativa de la Cuadrilla de Rioja Alavesa, para que se conozcan los pueblos y se cuenten sus historias. A mí me convencieron para que hiciera la visita con unos que vienen de Logroño, porque no es lo mismo contarlo desde fuera que si vives en el pueblo.
.- ¿Qué les cuentas de este pueblo?
Es un pueblo histórico que data de 1264. Tanto Salinillas como Labraza son los grandes desconocidos de Rioja Alavesa. El pueblo no se ve si tú pasas por la carretera hacia Labastida. Hay que venir, conocerlo y enamorarse de él.
“Como mi familia, que me ha pedido que busque tierras en Salinillas. Así que vamos a formar una nueva Palestina aquí”, confirma Tarek ante el regocijo general.
.- Palestina libre en Rioja Alavesa
(Reímos de nuevo).
“Salinillas -continúa Marije- ha sido un pueblo importante, con Balneario, con las Salinas, que en menor medida pero siguen funcionando simbólicamente, que la Junta Administrativa se lo tiene alquilado a una persona, llevándose en camiones el agua salada del manantial a una fábrica de encurtidos, o a la Papelera de Miranda, o a Lantarón para limpiar.
.- ¿En estos casi 800 años, cuál ha sido la época de esplendor de Salinillas?
Ahora aquí se acaban de jubilar los dos últimos viticultores, la gente vinifica sus uvas solo para su bodeguita. Pero estos pueblos son Historia viva. Quiero decir que son mucho más que vino y bodeguitas.
Recuerdo que uno de los visitantes al que atendí, me dijo “ustedes no saben lo que tienen aquí”. Yo le pregunté a qué se refería. Me habló de las tumbas que de la Iglesia, de Pedro Velez de Guevara y Juana de Acuña, que aquí hicieron el Palacio…
Pero para la gente de Logroño, Pedro Velez de Guevara es un dios, porque en el asedio de Logroño fue uno de los que ayudó a echar a los franceses.
.- ¿Qué momento está viviendo Salinillas en 2023, Leire?
Ha bajado mucho de cuando veníamos de niños, que yo venía de Erandio en verano, porque parte de la familia de mi ama es de aquí, que mi aita vino de novio, le gustó el pueblo y compró casa.
En aquella época había más vida en el pueblo. Entonces había dos bares, éste que yo regento ahora y el de Parra. Pero el espíritu de Salinillas es el mismo, acogedor como pocos. Todas las casas abiertas en todo momento y todas las casas juntas. Lo cuento en Erandio y flipan.
.-¿Qué cuentas exactamente?
Que salimos a recibir al panadero y a comprar el pan en pijama y en zapatillas de andar por casa. Que sale una vecina, la otra y la otra, y tomamos un café, y cuando te das cuenta son las dos de la tarde.
.- … Y no tienes la comida hecha.
Pues venga, vamos a comer todas juntas a la sociedad, o a una bodega. Ese es el espíritu de Salinillas. Eso es lo bueno.
Leire -le dice Ana Isabel-, y cuántas veces a las cinco de la tarde, en verano, estás tomando un vino y nos vamos a comer a casa de uno. “Vamos a comprar unos pollos”.
Leire: De la calle nuestra, del Caño, o del Farolillo, las tres casas que teníamos, la mía, la de Iñaki y la de unos primos de abajo, cuando vivían mis aitas, y estaba su aita, fueron muchos los días que comimos todos juntos. Mi aita llevaba unas botellas de vino, su ama protestaba desde arriba porque eran las 5 de la tarde, pero acababa bajando. Al final, montábamos unos caballetes con sillas, poníamos las cazuelas, y hacíamos la vida en ese callejón.
.- ¡Qué buena armonía!
Hombre!, nos falta mucha gente, pero eso no queremos perderlo.
.- ¿Se les tiene en cuenta a los que faltan?
Mucho. “Son nuestros dioses”, asegura Iñaki
.- ¿A quién echas tú de menos, Iñaki?
Para empezar a mi hermana. Y a la hermana de Leire, que falleció hace tres años. A Maite, que murió aquí en el bar hace unos meses tomando unos vinos.
El problema es que se nos ha ido mucha gente joven en poco tiempo, gente de unos 55 años. Gente que te ha marcado, y además como ves aquí hacemos la vida juntos.
Son adioses que se encajan mal.
Pero a los padres de Leire, que murieron hace 32 años, los tengo siempre en consideración porque nos hemos criado en la misma calle, entre familias, que de una tontería hacíamos un hermoso encuentro todos los fines de semana.
.- En un pueblo tan pequeño, supongo que cualquier ausencia…
Cualquier ausencia te marca, Julio, y te deja echo polvo.
.- Tú viviste unos años en Vitoria-Gasteiz.
Marché a Vitoria con 2 años y me volví con 35, así que cuenta. Pero aquí volvíamos a menudo en verano, y en las distintas vacaciones de estudiante.
.- ¿Qué te hizo volver a vivir definitivamente a Salinillas?
Ha sido durante décadas el objetivo de mi vida. Yo era el tío más envidioso del mundo cuando no vivía en Salinillas. Sabía que volvería, aunque no sabía cuándo. Le decía a mi mujer “el día que me jubile…”, y Ana Isabel me decía “pues yo no me iré en mi vida a Salinillas”.
.- ¿Qué mujer? ¿Ana Isabel?
Ella, ella, que lleva ahora viviendo aquí más años que en Vitoria. Así que fíjate, teníamos 30 años y estábamos hablando de 35 años después. Y mira ahora, nos vinimos con 35 años de edad. Ahí gané yo la partida.
.- Tiraba mucho Salinillas.
Era un objetivo. Primero vino mi hermana con el músico, cuando yo estaba aún en Vitoria, que me llamaba todos los días para tocarme las narices. “Joé, Iñaki, estamos en el monte, hay una nevada preciosa, luego vamos a ir a comer a la bodega”. Y yo me moría de envidia.
Pero ojo, eh!, yo he sido súper feliz en Vitoria, de la que estoy enamorado, pero yo quería volver a mis raíces. Y ahora de aquí no me sacan ni a patadas.
.- ¿Qué pasó cuando te quedaste a vivir definitivamente, los primeros seis meses?
Joé, de poco me ingresan por loco de lo contento que estaba.
(Se ríe todo el grupo, celebrando la ocurrencia).
Estando aquí madrugaba, lo que no he hecho en mi vida, solo para darme cuenta que vivía en el pueblo, para darme cuenta que no era un sueño.
.- Nunca te has arrepentido del cambio.
Jamás.
.- En Gasteiz tenías cine, teatro, polideportivo… relaciones humanas en una ciudad de tamaño humano como es la capital alavesa.
Pero no me marchaba de Gasteiz con 22 años, sino con 35, con un hijo pequeño de 3 años y la vida más o menos encarrilada.
.- Ana Isabel, ¿tú lo tenías o no lo tenías claro?
Fue una historia curiosa. Estaba aquí mi cuñada María Jesús y fue casual. Estábamos paseando y vimos que vendían un chalet. “Vamos a verlo”. Nos gustó, empezamos a mover hilos y me acuerdo que cuando se lo dije a éste me miró como diciendo “esta ha vuelto a beber”, porque no es que no me gustase Salinillas, lo que no me gusta es que teníamos que venir porque éste era muy insistente en volver todos los fines de semana, que veníamos a casa de su hermana, teniendo yo la sensación de que estábamos invadiendo un espacio que no era el nuestro.
.- Entonces Iñaki trabajaba en una galería de Arte.
Sí. Y yo estaba en el paro. Al crío le podíamos meter en la ikastola de Labastida. Así que se unieron los astros, y ya ves, cuando la gente del pueblo no daba un duro por mí, “ésta se marcha a los dos días”, aquí sigo.
.- ¿Cuándo dirías que te empezaste a sentir bien, como quien dice, “qué gran acierto”?
Casi desde el principio, porque ya tenía un vínculo muy fuerte con la gente del pueblo. Enorme. Me costó al principio porque no disponía de vehículo, porque yo necesito moverme de aquí para allá.
.- ¿Qué tal está comunicado Salinillas?
Estupendamente. Haro a 7 kilómetros, Miranda a 9, con autobuses continuos a Vitoria. Y luego a nuestro alrededor había mucha gente con vehículos.
.- ¿Cómo lo llevas actualmente?
A veces echo de menos lo que es una ciudad, las tiendas, pero ahora vengo de trabajar de Haro y me digo “qué tranquilidad, qué felicidad, qué lujo”.
.- Tarek sabe lo que es vivir en una gran ciudad como Madrid.
Yo salí de un pueblo con 20 años. Estuve en Italia, luego en Alemania, después viví en Madrid. Allí me pregunté por qué la gente iba corriendo a todas partes. “Madre mía, ¿qué pasa aquí?”. Corriendo al Metro, una locura.
Luego fui a Badajoz, donde la gente no corría tanto. Más tarde en Bilbao empecé a correr otra vez. Menos mal que llegué aquí, donde la vida es relax.
.- Aquí llevas 15 años, Tarek.
Es verdad. Pero si ahora me voy dos o tres días a Madrid, al poco de llegar ya me siento agobiado.
.- Tú eres un médico que luego hizo Psicología, aunque no has trabajado como tal. Sabes que a nivel mundial la gente tiende a vivir en las ciudades. ¿Estamos en el fondo añorando vidas de pueblo, con vínculos más estrechos?
El que nace y se cría en la ciudad, gusta de la ciudad. El que nace en un ambiente de pueblo, le pasa lo propio. No hay que dejar la ciudad sola, hay que acudir a ella. Pero tampoco hay que dejar los pueblos solos. La cuestión es ¿hasta dónde estamos los humanos teledirigidos?
.- ¿Qué le dices a quien te pregunta qué haces en un pueblo de 80 habitantes reales?
Levantarte por la mañana en las afueras de Salinillas, abrir la puerta, salir a la calle y cada día tienes un paisaje distinto al del día anterior. Al abrir mi ventana veo los montes, las nubes, el Sol, los árboles. Cada día un paisaje distinto.
Cuando vivía en Bilbao veía la misma pared, el mismo edificio, la misma calle… así que depresión total. Y encima no conocía a ninguno de los vecinos de mi portal.
Marije: Por mi parte me fui de Irún a Miranda, donde estuve cinco años, una población de 50.000 habitantes, que Irún tendrá unos 60.000. A nosotros nos sucedió lo que a Ana, que surgió la posibilidad de comprar una casa que se vendía. La compramos y aquí nos quedamos, y estoy encantada. Yo nací en una ciudad, pero estoy encantada de vivir en Salinillas. De igual manera que si voy a Irún me encanta pasear por las calles, pero estoy deseando volver a Salinillas.
No somos familia directa, ni indirecta, pero nos tratamos como si lo fuéramos. Tenemos nuestras discusiones, pero siempre nos terminamos abrazando, y ese contacto es muy bueno.
.- Qué maravilla!
“Es que se preocupan por ti, como me pasó a mí”, tercia Tarek.
“Eso nos enseñó el confinamiento, que a quien caía con el dichoso virus, todos los demás le preguntábamos qué le hacía falta. Todo el mundo se desvivía.
“¿Sabes lo que es fundamental en este pueblo? -pregunta Ana Isabel-. Las relaciones intergeneracionales. Eso es una bomba. Lo veo por la cuadrilla de mi hijo. Se plasma sobre todo en momentos de fiesta”.
En mi trabajo veo que gente de mi edad no tiene ni idea de lo que hacen sus hijos, ni dónde están, ni qué les pasa a los amigos de sus hijos.
.- ¿Estáis abiertos a que vengan personas de cualquier lugar del planeta?
Totalmente. Eso sí, la entrada es más fácil si ya tienes un vínculo con alguien. Si no lo tiene y es una persona abierta, le irá de maravilla.
.- Aquí hay búlgaros, también.
Los hay. Y los búlgaros son unos más de la cuadrilla. Aquí tienes que ser normal. Ellos tienen cuarenta y tantos años. Hoy no están hoy con nosotros porque son camioneros de largo recorrido y están viajando hacia Hungría. Él es teólogo y ella es topógrafo. Ya han comprando una vivienda aquí, y la están restaurando.
“Yo he notado lo siguiente -toma la palabra Tarek-. Si aquí se muere alguien, en la misa funeral se llena todo el pueblo de gente. Viene la gente de Donostia, de Bilbao, de Vitoria… Impresionante.
“Cuando murió mi aita en Erandio -recuerda Leire- fueron desde Salinillas hasta Bizkaia dos autobuses llenos de gente. Ese recuerdo te llena. Y mira, el viernes abrí el bar, lo inauguramos, y acudió gente que no había visto hacía años. Gente de toda la vida de Salinillas que hacía mucho no veía.
.- De alguna manera estáis pintando una especie de paraíso, de pueblo paraíso…
“Tenemos nuestras discusiones, pero nunca han ido a más”, dice Ana Isabel. “Aquí no ha habido enfrentamientos en la puñetera vida, porque “discutir” de fútbol no es discutir -defiende Iñaki-.
“A mí me echaron del bar por la perra que tengo con el Real Madrid”, dice Tarek, que hace reír a todos con la anécdota y con su tono de voz.
“Aquí no ha habido agresividad ni malos rollos. Quizá por el agua para regar las huertas pequeñas, pero los que más reniegan son luego los primeros que van a limpiar el río, o el lavadero, que lo hacen de manera altruista.
.- No es el paraíso, pero…
Pero se le acerca mucho, Julio. Es más, aquí el tema político no nos enfrenta, y ¿sabes por qué? Porque aquí no existe la política.
.- ¿Qué quieres decir?
Que la hemos dejado fuera de las conversaciones. Tengo 61 años -dice Iñaki- y no he visto nunca, pero nunca, enfrentarse a la gente por asuntos políticos. Y por supuesto que cada uno puede pensar como le dé la gana.
“Cuando dije en Extremadura que vendría al País Vasco -apunta Tarek- los extremeños me decían “Pero hombre, dónde vas, ni se te ocurra, que si los etarras, que si cual…”. “Joder, les dije, que vengo de Palestina”.
.- ¿Cómo te has sentido en este pueblo, Tarek?
Nunca me he sentido distinto, ni discriminado. Que soy diferente lo sé, soy palestino. Y eso es riqueza, otra cultura. Pero cuidado, nunca he tenido problema alguno por ser palestino, y llevo aquí 15 años y ya he sido el Rey, el Rey Mago Melchor un par de veces.
.- ¿Cuántos niños hay en Salinillas?
Seis, no habrá más. Pero cuando aquí hacemos la Cabalgata esto se llena de niños y niñas.
.- ¿Os inquieta que haya tan pocos niños?
No, porque el fin de semana el pueblo se llena de niños, todos los que vienen de Vitoria, de Bilbao y de Donosti. Y en verano esto se llena de niños.
.- ¿Hay sentimiento de ser de Rioja Alavesa?
“Sí”, dice Ana. “Es un orgullo”, contesta Iñaki. Cada vez que salgo en un medio de comunicación vendo esto como Rioja Alavesa.
“Mi madre era de Oyón -contesta Ana-. Allí pasé mi juventud. Quizá por eso yo tengo muy claro lo que es Rioja Alavesa. Trabajo en Haro, pero yo plasmo día a día Salinillas de Buradón y Rioja Alavesa.
“La juventud lo tiene más claro que la gente mayor -asegura Iñaki-. Los jóvenes han nacido con el sentimiento de Comarca.
.- El vino no mueve la economía en Salinillas hoy por hoy.
Bueno, el viñedo de aquí se lleva fundamentalmente a la Cooperativa de Labastida, porque las vides están arrendadas, y la uva que sale de aquí va a la Cooperativa. Los agricultores jubilados siguen siendo socios.
.- Cómo está de presente el vino.
Hay unos cuantos que elaboran sus cántaras para ellos. Y estar presente, claro, cada día, pero sólo para beberlo.
“Sí que es cierto -dice Ana- que siempre estamos comentando de dónde es el vino; y si el vino es de Rioja Alavesa, a mí me pone más, mucho más”.
.- ¿Cómo veis el futuro de Salinillas?
“El futuro está totalmente garantizado porque los jóvenes hacen lo mismo que han visto en nosotros. De hecho se bajan de Vitoria para hacer otro tanto de lo mismo, para tener sus encuentros y sus cenas en Salinillas”, cuenta Iñaki.
Llevamos más de una hora hablando. Marije se tiene que marchar. Así que levantamos la reunión para hacer unas fotografías. Las bromas y la risa están presentes en el corazón del pueblo.
Antes de marchar me hablan de las cinco sociedades del pueblo: “Atorri”, en homenaje a Argeito, que cambiaba la palabra “Etorri” por “Atorri p’aquí” , “La Salina”, “Buradón”, “Gobaltza” y “La Bodeguilla”.
Entre unos fotos y otras, me invitan a venir a la Fiesta de Bodegas Abiertas, que se celebra todos los años en los calados de las bodegas familiares, el último sábado de junio. “Ven y vivirás el espíritu de Salinillas”, me dice como si fuera una promesa. Como si hoy no lo hubiera saboreado, sentido y tocado.