Basuraleza
Hoy me desperté con ciertas ínfulas de escritora teatral. A ver qué os parece:
Se abre el telón. El escenario muestra, entre brumas, un claro en el bosque. Se oye en el teatro el trino de los pájaros y el discurrir de un arroyo; las luces aumentan gradualmente su potencia, provocando la sensación de que la bruma se va disipando entre el tupido follaje. Los focos descubren al público otros objetos que distorsionan la belleza pictórica de este bucólico paraje; esparcidos junto a un riachuelo, adquieren presencia envases, colillas, envoltorios de golosinas y otros residuos abandonados. Un ruido de voces alegres irrumpe por el fondo del patio de butacas. Actores y actrices desfilan hacia el escenario ataviados con ropa de monte, mochilas y portando otros avíos. Por los breves diálogos, se deduce que se trata de dos familias amigas que se disponen a pasar un feliz día de campo.
Cuando el grupo llega al escenario, cesa la música ambiental. Los focos perfilan un contraluz de siluetas para transmitir dramatismo y concentran su potencia en los residuos vertidos. –¡Fijaos!– exclama un padre, señalando ostensiblemente con el dedo. –¡Qué vergüenza!– responde como un coro griego el resto del grupo. –¡Qué vergüenza!– repite el grupo y jalea al público para que participe en el reproche. –¡Qué vergüenza!– responde con estruendo el público del teatro. –¡Menuda educación deben tener en este pueblo…!– sentencia una madre. ¡Desde luego…! tercia el otro padre.–¡Está toda la basura que dejamos el verano pasado!– clama indignado el grupo al unísono. Silencio absoluto. Se apagan la luces y se cierra el telón.
De la escena que acabo de describir se deducen dos verdades como puños. La primera es que no tengo futuro como escritora perruna. La segunda es que la escena, aunque no tiene ni pizca de gracia, refleja una situación que se repite más de lo que nos imaginamos. La actitud de muchas personas en sus escapadas a la naturaleza pasa por considerar que están en un escenario turístico del que poder disfrutar a sus anchas del espacio mientras dura el espectáculo, pero de la retirada de los residuos que generan y abandonan en su estancia: colillas, envases, envoltorios de golosinas, toallitas higiénicas (como más habituales), ya se ocupará algún servicio de limpieza de la zona. Desconocen quizá el grave impacto mediambiental que están provocando. Una sola colilla tarda más de 10 años en desintegrarse, una bolsa de plástico unos 400 años y una toallita más de 100 años. Y todos son elementos nocivos para el medio ambiente.
En marzo se cumplen cinco años de la aparición pública del término ‘basuraleza’ – una nueva palabra presentada en el contexto de una campaña de concienciación el 3 de marzo de 2018, con motivo del Día Mundial de la Vida Silvestre–. ‘Basuraleza’ se define como: «Residuos generados por el ser humano y abandonados en la naturaleza».
Las impulsoras y creadoras de esta nueva palabra, las organizaciones SEO/BirdLife en alianza con Ecoembes, pusieron en marcha el proyecto «Libera» con la intención de alcanzar un gran debate público ante el problema del abandono de residuos en la naturaleza.
Conocimiento, prevención y participación son los tres ejes de actuación de este proyecto en curso –cada vez más difundido y con más personas participantes– para abordar un alarmante problema con alto impacto medioambiental.
Es necesario cambiar el ‘chip’ para evitar que la basuraleza degrade nuestro ecosistema natural. Además de no dejar residuos en el medio natural, debemos pasar del ¡no lo toques que es basura! al ¡Vamos a recogerlo que es basura! Porque la naturaleza es nuestro gran bien común, cuidémosla como algo propio.
Ondo izan